sábado, agosto 19, 2006

Causas y efectos de la Psiquiatrización del dolor y el sufrimiento


La transformación del dolor y el sufrimiento en problemas a los que corresponde una respuesta médica, ocurre porque estos son descontextualizados de la biografía del individuo, del entorno social en el que se desenvuelven y son recodificados como "enfermedades" o "problemas de salud". El malestar pierde significado y se “normaliza” gracias a un diagnóstico y un tratamiento.
Junto con generar una sobredemanda al sistema sanitario, -cuya respuesta resulta de dudosa eficacia en estos casos-, este fenómeno contribuye a banalizar las grandes necesidades de atención insatisfechas respecto a los verdaderos pacientes, deslegitima las propuestas técnica y éticamente fundadas para mejorar los sistemas de atención en salud mental , y refuerza la perspectiva estigmatizadora aún predominante respecto a la psicosis y otros trastornos psiquiátricos severos.
Se enmarca en lo psicológico y en lo íntimo asuntos de orden ético y de ámbito público y esto puede colocar al individuo como un espectador pasivo y enfermo ante los avatares de la vida. De alguna manera, se puede invalidar la capacidad de afrontamiento y se fomenta la necesidad de los ciudadanos de que sus conductas y emociones sean gestionadas por unos expertos: los profesionales de la salud mental.
La salud mental puede convertirse en la coartada personal frente a situaciones sociales injustas, respaldando el debilitamiento de las redes tradicionales de contención o llenando el vacío que deja el sistema social: cuidadores de ancianos sin ayudas familiares, prejubilados en busca de pensión, victimas de relaciones labores injustas que el propio sindicato deriva a los técnicos de lo “psicológico”,conforman una multitud cuyo malestar nos contagia a quienes ejercemos estas funciones profesionales demandadas.
Como el sistema sanitario público no tiene recursos ilimitados, una de las consecuencias que se produce con el tratamiento del malestar es la saturación de la oferta asistencial y el riesgo de reducir las prestaciones al resto de pacientes. Los más perjudicados en este caso serían los pacientes más graves –en menor capacidad de demandar-, ya que habitualmente se proporciona más atención a quien más la demanda y no a quien más la necesita.
Efectivamente, hay evidencia sobre la tendencia de los profesionales a tratar a los pacientes que mejor funcionan porque son mucho más gratificantes que los más graves por lo que se desvían los recursos asistenciales hacia los primeros. Además, el incremento de las consultas en los servicios sanitarios por el malestar puede producir un aumento del gasto en medicamentos de dudosa eficacia en estos problemas y altos precios.
Muchos profesionales y pacientes reclaman más recursos y posibilidades de terapias psicológicas y de aconsejamiento para poder atender a esta población, pero se ha descrito que cuanto más aumentan los recursos más se incrementan las demandas.
Por otra parte, otros, reclamamamos por mejores y más servicios orientados al tratamiento de los trastornos psiquiátricos severos, los que, -de acuerdo a la evidencia-, no pueden ser sino de orientación comunitaria si se busca impactar el curso y pronóstico de estas enfermedades. Y en este terreno sí hay niveles de oferta de servicios efectivos que reducen y controlan la demanda.
En Chile y en la región de Latinoamérica y El Caribe, a pesar de los importantes avances, sigue pendiente la tarea de dar tratamiento adecuado y continuado a los pacientes más graves, de detectar precozmente y tratar eficazmente la patología deteriorante y de curso susceptible de ser modificado por la adecuada terapéutica y apoyo.

sábado, agosto 12, 2006

¿Los Trastornos de Personalidad son enfermedades mentales?


Los psiquiatras en general son ambivalentes con respecto a considerar los trastornos de personalidad como enfermedades mentales. Hasta hace poco tiempo no había una razón desde el punto de vista práctico para resolver este asunto, pero la situación cambió en 1999 cuando el gobierno del Reino Unido intentó introducir la legislación para personas con “Trastorno de personalidad peligroso severo”, cuya detención era potencialmente indefinida, independientemente del hecho de haber cometido un crimen. Algunas de estas personas, casi todos hombres, podrían ser detenidos en prisión y otros en hospitales de alta seguridad. Sin embargo, la Convención Europea de Derechos Humanos prohibe la detención de cualquiera que no ha sido juzgado por una corte competente a menos que sean insanos mentales, alcohólicos, drogadictos o vagabundos o que su detención sea para prevenir la diseminación de enfermedades infecciosas. Esto significa que, para proveer una justicia adecuada, el gobierno debe argumentar que los hombres potencialmente peligrosos que desea encarcelar son insanos mentales, y esto manteniendo que tienen trastorno de personalidad, y que los trastornos de personalidad son trastornos mentales.”
Así escribe Félix Bacibalupo en su artículo “¿LOS TRASTORNOS DE PERSONALIDAD SON ENFERMEDADES MENTALES?", un resumen y comentario al artículo de RE Kendell: The distinction between personality disorder and mental illness. British Journal of Psychiatry (2002), 180: 110- 115, publicado en la Revista GACETA UNIVERSITARIA, Vol 1: 47-51, de Junio de 2005.